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miércoles, 30 de octubre de 2013

Los buenos modales

Buenos días, gracias, por favor...
 

¿Tanto cuesta dar los buenos días? ¿Y un simple gracias ante el gesto amable de otra persona? En pocos años, la sociedad ha pasado de vivir ceñida en unas normas de educación y buenos modales, quizás demasiado estrictos, a hacerlo en el más absoluto desprecio a las reglas básicas de convivencia y respeto. ¿Debemos resignarnos a que desaparezca la buena educación?
 
 
 
 

Buenos modales, una antigüedad
 

Todas las palabras que en tiempos anteriores designaron la buena educación han caído en desuso. Modales, cortesía, urbanidad, compostura, son conceptos desaparecidos del lenguaje habitual y, me atrevería a decir, desprovistos de significado para las generaciones más jóvenes. Aunque el lenguaje no crea la realidad, sirve para ordenarla y darle sentido. La parafernalia que encumbró a los buenos modales fue parte irrenunciable de la educación de cualquier niño (más aún, de cualquier niña) hasta hace cuarenta años. ¿Por qué ha dejado de serlo? ¿Hay que imputar el cambio a la llegada de la democracia y de las libertades? ¿Es un cambio bueno o malo? Y si es malo, ¿es posible recuperar lo que se perdió? No cabe duda de que el sentido de la educación ha dado un giro radical, mayormente para bien, pero no faltan las zonas grises. Es bueno que la educación básica alcance hoy a todos los estratos sociales. Que se haya desprendido de castigos y represiones absurdos, que haya suprimido algunas distancias, evitando rigideces disciplinarias y normas que encorsetaban y enturbiaban las relaciones. No lo es tanto, sin embargo, que la igualdad y las libertades, no siempre bien entendidas, y abonadas por reiteradas innovaciones psicopedagógicas, hayan propiciado una confusión de territorios, mezclando las funciones de maestros y alumnos, padres e hijos, en un todo revolucionario, en el que nadie sabe a qué está jugando. Una a una han ido cayendo las obligaciones y las reglas más elementales, mientras la espontaneidad infantil cobraba un valor insólito. Era lógico que ocurriera. Era forzoso liberarse de las muchas constricciones ridículas que la educación franquista y nacional católica había impuesto sin remisión. Pero el paso de una forma de educar a otra fue exagerado y sin concesiones. Se echaron por la borda las convenciones sociales sobre la base implícita de que las buenas maneras eran prejuicios trasnochados e inútiles, que marcaban barreras innecesarias entre el menor y el adulto. Las buenas maneras son el principio de la moral. Las formas o los modales cultivados no reprimen las emociones, sólo las reconducen, con el objetivo de mostrar que la compañía de los otros no nos es del todo indiferente. Ser civilizados tiene un coste, supone reprimir ciertos deseos, no dar rienda suelta a la espontaneidad, guardar las distancias, dar importancia al respeto mutuo. La cortesía es una ficción, no cabe duda, pero una ficción necesaria porque resuelve la contradicción que sentimos al querer ser libres y autónomos y tener que vivir con los demás. Según el escritor satírico irlandés del siglo XVIII Jonathan Swift, autor de ‘Los viajes de Gulliver’, " las buenas maneras son el arte de que los demás se encuentren bien con uno mismo". Un arte que no sólo se cultiva en la ciudad o en el espacio público, sino en la escuela y, sobre todo, en la familia.
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
La solución es de todos
 

Es fácil oír a menudo a personas mayores quejándose de la poca educación de jóvenes en el transporte público (no dan el lugar, ponen los pies en los asientos, gritan de un extremo a otro...) o lamentando la ausencia del saludo al llegar a un lugar, de las gracias ante un favor, etc. Todos estos comportamientos entran dentro de lo que llamamos buenos modales o buena educación: actos que expresan el nivel de conciencia que tenemos hacia la dignidad de las demás personas. Observando a nuestro alrededor - familia, amigos, escuela, trabajo, medios de comunicación-, parece que los buenos modales no están de moda. No podemos excusarnos en que no hay otra opción en esta sociedad individualista. En muy poco tiempo, el mundo ha logrado grandes avances - en la ciencia y la tecnología, por ejemplo-, pero en otros - las relaciones humanas-, podríamos decir que ha sufrido un retroceso. Muchos han olvidado lo importante de un trato correcto con los demás.  Por otro lado, los buenos modales deben enseñarse. Y no podemos esperar que sólo los maestros en la escuela lo hagan, porque aunque puedan fomentar conductas como: habla sin gritar o respeta al otro, no pueden asegurar que se conviertan en hábitos. Es en casa donde los padres debemos potenciar los buenos modales predicando con el ejemplo desde que el niño nace, para que llegue a ser parte de su forma de ser durante toda su vida.  No hace mucho, existía un manual de Urbanidad y buenas maneras con las reglas que seguir para convivir en sociedad, que siempre existieron y deberían continuar existiendo. Estas normas son indispensables para que una sociedad subsista y continúe siendo civilizada, y deben practicarse constantemente para formar hábitos de buena educación.  Tener buenos modales requiere cierta sensibilidad para prever los sentimientos de otras personas y estar en consonancia con ellos. En términos actuales, diríamos tener inteligencia emocional, entendida como la expresión del don de agradar a los demás, de utilizar habilidades comunicativas para generar bienestar alrededor (respetar, saber escuchar, etc.). Los buenos modales nos abren las puertas hacia el futuro, un futuro donde se procura el bien de los que nos rodean, no sólo el propio. Habrá que ir a contracorriente, si hace falta, y tomar conciencia de que esto supone una acción colectiva y un compromiso de toda la sociedad. La solución está en todos nosotros.
 
 
Bueno, acá les traigo otro artículo que me pareció interesante y sobre todo algo bastante actual porque la juventud de hoy tiene olvidado esto de los buenos modales. Creo que si todos pudiéramos acostumbrarnos a usar estas "palabras mágicas" se evitarían muchas peleas y porque no también varios malos entendidos.

viernes, 25 de octubre de 2013

El trato a los otros

Hola, hola!!! Hoy les traigo otro tema para pensar y hacer una autoevaluación para ver que tal nos comportamos con los otros. ¿Cómo tratamos a los demás? ¿A mí me gustaría que me trataran así? ¿Qué es lo que tengo que mejorar para con los demás?
Espero que les guste este artículo y les parezca interesante, besos!
 
El miedo al diferente
 

El ser humano es un ser racional cuyo instinto le lleva a preservar su identidad de grupo. El extraño, el diferente, el que viene de fuera o está fuera se puede percibir como una amenaza que provoca un sentimiento de rechazo que se puede explicar psicológicamente y hasta comprender, pero nunca justificar. En nuestra sociedad los más fuertes se imponen sobre los débiles.
 

La amenaza de lo desconocido
 

En un crudo día invernal, para defenderse del frío y de la nieve, los puercoespines de una manada se apretaron unos contra otros para prestarse calor. Pero, al juntarse, se hirieron con sus púas y tuvieron que separarse. Obligados por el frío de nuevo a estrecharse volvieron a pincharse y a distanciarse. Las alternativas de aproximación y alejamiento duraron hasta que encontraron una distancia media en la que tanto el frío como las heridas resultaban mitigados”.

Esta breve historia de la sociedad de los puercoespines la extrae Sigmund Freud de un texto de Schopenhauer para mostrar lo difícil que es soportar la proximidad íntima con el semejante (relaciones conyugales, de amistad, fraternales…) y señala que tiene un fondo hostil igual que los grupos étnicos: “El alemán del sur no puede aguantar al del norte, ni el inglés al escocés...”. La clave del asunto radica en que mientras se mantiene la distancia se soporta bien la amenaza que implica la proximidad del otro, pero el problema se plantea cuando se produce la mezcla y entonces el otro aparece como el extranjero.  Son las pequeñas diferencias entre las personas las que forman la base de los sentimientos de extrañeza y hostilidad, pues el temor a lo diferente no está en proporción con el grado de diferencia objetiva entre seres humanos sino con la diferencia emocional que propicia la necesidad de conformismo y adaptación a un grupo. Entonces la diferencia es interpretada como un ataque a la identidad y mediante la identidad de grupo se experimenta el sentimiento de identificación: si yo pertenezco al grupo A no me siento miembro del B, al que veo claramente peor.  Desde la psicología profunda vemos que la dificultad del ser humano para enfrentar lo distinto está marcada por el descubrimiento de la diferencia de sexos: El niño, hacia los cuatro años, descubre las diferencias anatómicas y se identifica con un sexo, de modo que la percepción del otro como distinto le produce angustia.  No se puede hablar del temor a la diferencia sin abordar el concepto de prejuicio. El prejuicio es una actitud de hostilidad en las relaciones interpersonales dirigida a un grupo o a las personas que lo componen. Y es curioso observar cómo el prejuicio puede llevar a asumir una actitud hostil frente a un colectivo sin haber tratado jamás a una persona perteneciente al grupo denostado: gitanos, judíos, musulmanes, sudamericanos, catalanes…  La suma del prejuicio y el temor a lo diferente remite al concepto de xenofobia, entendida como el miedo, hostilidad u odio al extranjero. La organización tribal conllevaría enfrentamientos y exterminios entre tribus vecinas. El sentimiento xenófobo y la prevención frente al extranjero serían rasgos evolutivos arcaicos. El extranjero formaría parte de la no pertenencia, de lo no familiar y habría que atacarle. Y es que la violencia humana es estructural e incluye luchas.Los grupos humanos necesitan formar círculos reducidos para canalizar la pulsión de destrucción, convirtiendo en enemigos a quienes se sitúan en el exterior del círculo. Estos mecanismos llevados al extremo son el germen del fanatismo y de los fundamentalismos de cualquier índole, siempre intransigentes con cualquier disidente. Sin embargo, no hay que confundirse: entender los mecanismos que nos llevan a segregar al otro no justifica el comportamiento xenófobo. Por encima de todo, somos racionales.
 
 


 

Dominación y exclusión
 

Las sociedades se han construido siempre a partir de las relaciones de dominación y obediencia colectiva. Este mecanismo opera de maneras obvias o sutiles, pero siempre con un patrón común: una mayoría numérica establece unos rasgos cualitativos que se tienen que cumplir para ser aceptado y delimita las diferencias excluyentes que identifican y clasifican a los segregados. Entendemos la inclusión y la exclusión social como procesos de estructuración necesarios de los grupos sociales (grandes y pequeños), sin olvidar que surgen de las actitudes individuales expresadas en la diversidad social. El conocimiento o desconocimiento que tenemos del otro, creencias acertadas o equívocas que les atribuimos, percepciones que tenemos... son las informaciones con las que analizamos su realidad. Si añadimos los sentimientos que nos suscita su confrontación (tristeza, asco, miedo, rabia...), tenemos los ingredientes básicos que predisponen para responder con una acción: ayudar, coaccionar, respetar, rechazar, maltratar... Harry C. Triandis define de esta manera cualquier actitud individual ante la realidad social. La cultura, la economía, la política, las ideologías ofrecen los pretextos que hacen posible la organización social: el género, la raza, el sexo, la religión, la salud, el territorio, la alimentación, el fútbol... sí, sí, también son excusas con las que todo el mundo se identifica o distancia del vecino del lado y se crean grupos sociales. ¿De qué sino los celíacos pagan más caro su pan de cada día, existen escuelas de educación especial, o un equipo de fútbol es más que un club?

Al socializar inquietudes y anhelos, consensuamos las actitudes individuales creando estereotipos, prejuicios, valores y creencias hacia la diferencia. Estos elementos protegen y benefician a una mayoría dominante, mientras obvian o perjudican a las minorías discriminadas. La seguridad, la supervivencia, la ambición o la idealización legitiman todo hito común pero también cualquier injusticia, discriminación o violencia.  Participando de los prejuicios de segregación a menudo aceptamos cierta alienación de nuestros posicionamientos personales, determinando el grado de coherencia, renuncia, contradicción o hipocresía que cada uno tolerará. Las condiciones de cada momento harán que necesitemos revisar el tipo de sociedad que hemos construido, normalizando los malestares, denunciando las injusticias o cometiendo las peores atrocidades de la historia. Llegados a este punto, evitemos el pensamiento único y revisemos nuestra ética individual y colectiva.
 
 

miércoles, 9 de octubre de 2013

Tienes que lerlos...


Saga Los Jinetes Del Apocalipsis 
de Larissa Iones




01.- Jinete Eterno

Su nombre es Ares, y el destino de la humanidad descansa sobre sus poderosos hombros. Si cae presa de las fuerzas del mal, el mundo caerá con él. Como uno de los cuatro guerreros del Apocalipsis, es mucho más fuerte que cualquier mortal, pero ni siquiera él puede mantener un combate sin fin contra la oscuridad eterna. Sin embargo, existe una última esperanza. Poseedora de un don que los humanos no son capaces de comprender, Cara Thornhart es la clave para que la profecía que se cierne sobre Ares no llegue a cumplirse. Pero el duro guerrero sabe que involucrar a la joven resultaría terriblemente arriesgado y no está dispuesto a poner en peligro la vida de Cara bajo ningún concepto. Sencillamente, no podría seguir adelante sin volver a ver la dulce sonrisa de la mujer que ama, sin sentir la suave caricia de sus manos, sin escuchar cómo le susurra al oído lo mucho que le quiere…




02.- Jinete Inmortal

La bella, poderosa e inmortal Limos sostiene una encarnizada batalla con su destino, ya que ha sido elegida para ser la compañera del mismísimo Satán. La única forma que tiene de mantenerse alejada de su prometido es guardar las distancias con el sexo opuesto. Pero ni siquiera alguien como ella puede protegerse de sus propios secretos... o resistirse al seductor atractivo de un valeroso humano.
Arik Wagner nunca imaginó que su sentencia por robarle un beso a Limos sería acabar en el Infierno. Sin embargo, gracias a su disciplina militar, consigue escapar de las torturas a las que es sometido y regresa a la superficie para luchar por la mujer que ama.



03.- Jinete Letal

Thanatos, el Jinete del Apocalipsis más letal, ha soportado miles de años de celibato para impedir el fin de los tiempos. Pero una sola noche con la sexy guardiana de la Égida, Regan Cooper, hace pedazos siglos de determinación. Sin embargo, su pasión tiene un precio. Y Thanatos debe enfrentarse a una verdad más aterradora que un Apocalipsis: está a punto de convertirse en padre.
La cazademonios Regan Cooper nunca imaginó que tendría instinto maternal, pero con el destino del mundo pendiendo de un hilo, no tiene más remedio que seducir a Thanatos y engendrar a su hijo. Ahora, mientras se acerca la batalla final y la cólera de Thanatos por haber sido traicionado se ve ensombrecida por la innegable pasión que siente por la madre de su hijo, Thanatos se da cuenta de algo desgarrador… para salvar al mundo debe sacrificar lo único que ha querido toda su vida: una familia.

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Hola chicas y chicos... hoy le muestro las portadas de esta excelente saga... 

Fueron libros muy refrecantes y aun que los tres libros siguen un liena parecida en cada libro me gusto muchisimo... y mi favorito es Jinete Letal...

Espero los lean y nos cuentes si les gusta o no?